Un año antes de hacer de hijo de la histérica Ellen Barkin (o de su personaje en Another Happy Day) a Ezra Miller le había tocado como madre en la pantalla una angulosa Helen Hunt que tenía a su pobre marido en el dique seco porque, entre otras cosas, se le había ocurrido traer a su "simpático" padre a casa.
Pero aunque la película toque varios palos (por eso su director, Richard Levine, es hombre de series), el núcleo principal acaba siendo el del adulterio del padre, a quien su compañera de trabajo, Carla Gugino, se lo pone a huevo.
Más que a huevo, se lo propone con descaro, y no una, sino dos veces, porque en la primera no estaba suficientemente maduro. Y así, las escenas centrales de la película acaban siendo las de la piscina comunitaria del edificio de apartamentos de Carla. La primera con el casi, y la segunda con el toma...
¿Qué tendrán los adulterios y las piscinas interiores que nos gustan tanto?
La parte más débil de la película es justamente la que retrata las reuniones de trabajo de los guionistas de las series, es decir, de los adúlteros, con un jefe que es medio tonto o no acaba por dibujarse. (Seguramente algún jefe que tuvo Richarde Levine).
Entendámonos, el de la foto es Richard Levine, el director de series ahora metido a director de EVERY DAY, y no el director de series de la película (cuarto en la carátula).
Otro punto débil es el de la familia finalmente feliz..., ah ah ah ah. Pero ¿qué le vamos a hacer? La familia siempre gana.
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