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lunes, 23 de octubre de 2017

EL MUNDO ESTÁ LOCO, LOCO, LOCO, LOCO*** - 1963 - STANLEY KRAMER



Quizás sea porque la comedia de comunicados entre Rajoy y Puigdemont de la semana pasada no me había hecho la más mínima gracia, o quizás sea porque tuve una noche tonta, el caso es que no pudo ser más acertado que programar EL MUNDO ESTÁ LOCO, LOCO, LOCO en la noche del viernes pasado, porque en las tres horas que duró, no paré de reírme. Véase aquí una gran escena de eso que tanto llaman ahora "diálogo" (antes llamado "negociación") con una solución parecida a la yo expuse en mi Comunidad de Propietarios cuando quisimos poner el ascensor.... ja ja ja ja ja.


De ser yo periodista de cine en algún periódico, el titular con que abriría mi reseña seguramente sería el de EL CINE ESTÁ LOCO, LOCO, LOCO, LOCO. Y es que cuando nos íbamos sentando en las butacas para ver este peliculón, la presidenta dijo con escepticismo aquello de "a ver si aún se puede ver/ o a ver cómo resiste el paso del tiempo".


El paisaje de las primeras escenas es formidable. Me entero por los pies de las fotos que hay en internet que son del desierto de Mojave situado entre California, Nevada y Arizona. Los grandes escenarios no garantizan grandes películas, pero esto empieza bien.


Pronto te das cuenta de que la película va de crashing cars y de una trampa tras otra, aumentando poco a poco el número de personajes (de tramposos) que tratan de dejarte en la cuneta.


Imposible aguantar a ese ritmo de golpes, trampas y risas tres horas, te dices. Pero en esas hace acto de presencia la aviación:


Y venga a reír también. Como en aquella serie de Aterriza Como Puedas que parece haberse inspirado en esta parte de EL MUNDO.


En el contrapunto a tanto espacio abierto está el juez de Nuremberg convertido en policía a punto de jubilarse atendiendo constantemente a su mujer y a los problemas de su hija. Fuera, más porrazos entre coches y avionetas. Más risas. Ya llevamos más de hora y media de golpes y carcajadas. Esto no puede seguir así. Es el momento de poner en la pantalla:

INTERMEDIO

Ja ja ja. Estamos viendo una de aquellas películas con descanso que intentaron ocupar el tiempo de las sesiones dobles. Pues nada, al ambigú a hacernos unas palomitas, coger un agua con gas y descansar un poco el diafragma. 

La escena de la pareja encerrada en la ferretería es de las más tontas. Stanley Kramer le rompe la falda a la señora para que muestre su pierna hasta la cadera a ver si así la salva, pero ni por esas. La tercera estrella spypcin está en peligro.... Claro que, llegados a este punto se atisba ya el desenlace: 


El poli se encuentra con la banda y...


... como era de esperar, se lleva la pasta, ja ja ja:


Y cuando ya parecía que no íbamos a poder reír en las proximidades de la tercera hora, llega la increíble escena final:


Apoteósica. Insufrible... pero no por mala sino porque las tripas ya no te dan para más.


Como en las salas de cine suele haber mucho tonto (y comentando no digamos), al final Kramer te cuenta el truco:


El truco infalible: que si le das la vuelta a la tragedia, te sale una gran comedia.


Y que si imagináramos a Rajoy y a Puigdemont, Trapero y Soraya, los Jordis y las familias socialistas haciéndose trampas y tratando de echarse uno a otro a la cuneta con sus coches oficiales, seguro que lo pasábamos mucho mejor que recordando nuestro triste pasado o pensando en nuestro incierto futuro.

Claro que..., más de tres horas no puede durar la cosa. ¡¡¡Y llevamos ya meses!!!


lunes, 16 de octubre de 2017

VENCEDORES O VENCIDOS** - 1961 - STANLEY KRAMER



Peliculón de tres horas y dos estrellas **que aún se ve sin pestañear. Tiene un arranque formidable: el del chófer alemán que lleva a juez de Nuremberg en un supercoche descapotable humillando por las calles a los desgraciados peatones o ciclistas que pululan entre las ruinas. La ambientación de la devastación urbana es demoledora. Perfecta. Por lo demás enseguida nos metemos en espacios cerrados para dejar claro que se trata de una película de género judicial, es decir, de juego y espectáculo del logos en el ambiente de una noble sala de un Palacio de Justicia, pero que trasciende el campo del crimen elemental, el crimen humano, para llegar al territorio del crimen político, el crimen ahora llamado contra  la Humanidad, en el que las responsabilidades de las personas se diluyen en el cuerpo social. Juzgando algo tan evidente y de tan amplia magnitud no se acaba de entender que en la película se gastaran tantos metros en descender a casos personales y que el juicio se prolongara ocho meses, pero al final ese es el quid de la cuestión, la clave de la Verdad en la Justicia: que es la primera infracción, no tanto a la ley como a la moral, lo que desencadena todo lo demás. Ese descenso a lo personal le viene muy bien a la película, pues rellena la estructura de los protagonistas (el juez, los abogados, el principal acusado, etc)...





...con un reparto de lujo en los secundarios, es decir, los testigos o los ambientales: Montgomery Clift, Judy Garland o Marlene Dietrich.




El nacismo es un tema de reflexión que no cesa. Una realidad a la orden del día en nuestro propio país. Y aunque las calles y pueblos de Cataluña estén cobrando reciente protagonismo en el renacimiento del término con la exhibición de tanta bandera naci-onalista (con triste eco en el resto de España, todo hay que decirlo), el mejor escenario del mundo para pensar sobre la locura colectiva es sin duda el Zeppelinfield de Nuremberg, el lugar por donde pasea el provinciano juez norteamericano: ese modesto hombre medio que una vez más encarna al héroe cinematográfico que mueve las palancas de la moral y del mundo. Ese lugar que encontramos tan abandonado cuando fuimos por primera vez a Nuremberg... (Por cierto, ahora que me acuerdo, creo que no hice reseña de la película de Leni Riefenstahl cuando la vimos entera el pasado invierno/, ayyyy, que flojera la de este año!).


Como no tenía aún puesta al etiqueta de Stanley Kramer en este blog, ahí va su foto. Volveremos pronto a él con su famosa "El mundo está loco, loco, loco".