Esta vez no empiezo mi comentario de la película con la tradicional carátula de la misma sino con una foto del Ayuntamiento de Guadalix que fue la razón que me llevó a verla de nuevo. Bajábamos del Cerro San Pedro y entramos en este pueblo madrileño a tomar un cerveza, y mira por dónde que nos encontramos con una escultura de Pepe Isbert en el balcón del Ayuntamiento y una placa con su famoso discurso:
Aunque en estado de ruina, también quedaba una casa popular al lado del Ayuntamiento con unas pinturas aquí y allá alusivas a la película:
De regreso a casa me puse a buscar BIENVENIDO MR MARSHALL pues aunque imaginé que no la iba a aguantar entera, tenía curiosidad por ver cómo era el Ayuntamiento antes de que le hubieran puesto esa linterna con reloj y campana delante, o algunas imágenes del resto del pueblo tal como era en 1953. Las últimas películas de Berlanga y un endiosamiento excesivo de su figura producto de los medios de comunicación del postfranquismo (y de él mismo), me fueron distanciando del aprecio que le tenía por sus obras en blanco en y negro, así que no me las prometía muy felices.
Alguien había subido la película a youtube y alguien había roto los enlaces por los derechos de autor. Se ve que 63 años después no es un documento histórico o de cultura general y que tan sólo se puede ver cuando lo ordenan las cadenas televisivas. Por suerte, la encontré en otro servidor de vídeos VEOHtm que por el momento ha escapado a la codicia de los renteros.
Y sí, la vi entera, y me reí bien a gusto. Tiene un buen ritmo narrativo gracias a una voz en off que ayuda al montaje, aunque sea un poco plasta en el mensaje. Luego leí muchas de las tontadas sobre que era una sátira al régimen, una crítica a la situación nacional, que si había sorteado la censura y demás monsergas pijoprogres, y pensé que toda esa literatura barata podría haber acabado definitivamente con la gracia de la película. También escuché una entrevista a Berlanga en la que decía que no fue un rodaje nada agradable... (como si él no hubiera participado del aire alegre y cómico de la misma).
Hay algo de Bienvenido Mr Marshall que me gusta mucho y es esa capacidad española de reírnos de nosotros mismos con cierta dosis de inteligencia, algo que parece que se va perdiendo en este país o que se va utilizando cada vez más contra el otro (no hay más que ver el humor del Wyoming y sus imitadores). Decía Berlanga en esa entrevista que aunque el guión era suyo y de Bardem, se fue cambiando mucho e improvisando sobre la marcha, y unos investigadores recientes señalan que buena parte de la finura e inteligencia de los diálogos seguramente sea cosa de Miguel Mihura, ese escritor al que los podemitas quieren quitarle alguna placa o calle de recuerdo en Madrid.
He leído también algo de la biografía de Pepe Isbert, el actor que da el toque de gracia fundamental a la película, y me ha llamado la atención saber que era partidario de un régimen político donde hubiera orden, trabajo y respeto a su religión, es decir, la católica. Vaya, que no encajaría muy bien con la panda de los Goya.
Pepe Isbert murió en 1966 y en sus memorias dice que se sintió muy emocionado cuando le llegó la ocasión en que Franco le estrechara la mano. Mira por donde..., el hombre que protagonizó, según los actuales cinéfilos, esta "mordaz crítica al régimen".
Guadalix es ahora un pueblo tan feo como casi todos los de España, y si el Ayuntamiento sigue en pie, es porque algo tendrá que ver la permanente presencia de Pepe Isbert en su balcón. Sobre la película también ha caído una literatura periodística tan calamitosa como la mala arquitectura sobre el pueblo, y quizás por eso parece conveniente verla de nuevo: para intentar rescatarla del presente. Y de paso, recordar también a un Berlanga seguramente bien distinto al que tanto vimos en las televisiones y periódicos de la democracia:
Bastante he alterado ya el orden de mi comentario como para cambiar también el titular de este post, pero bien a gusto le pondría: BIENVENIDO MR ISBERT, pues es sin duda él lo mejor de la película:
la escena en que recibe al delegado y a sus tres esbirros es para quitarse el sombrero. Vedla, vedla.
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