lunes, 3 de noviembre de 2014

OLD JOY ** - 2005 - KELLY REICHARDT



No reprocho a los más ácidos críticos de esta película que les haya podido parecer una rayada moderna o un tostonazo, porque cada vez que yo veo alguno de los tostones de los años setenta que me tragaba como un bendito, me maravillo de la forma en que podemos cambiar la perspectiva de las cosas.

Es norma vieja que en todo relato tienen que pasar cosas, es decir, que tras el planteamiento ha de venir un enredo y un desenlace. ¿Podemos hablar de cine, o sea, de relato, cuando la película se queda en el planteamiento y no sucede nada? No lo sé muy bien, a veces pienso que si nadie hace nada ni dice nada, todo lo que queda son decorados, tanto humanos como geográficos, es decir, algo así como un pase de diapositivas.

Lo que pasa es que en OLD JOY, como en la anteriores películas de KELLY REICHARDT que hemos visto recientemente (y que también me han gustado), algunas pocas cosas sí que pasan: la consulta a la esposa para irse de finde con un viejo amigo, el comentario sobre el padre en el coche, la desazón de la desorientación a la hora de encontrar el camino hacia las hot springs, la incomunicación en la noche, la cara de infelicidad del casado, la presencia constante de la mujer vía telefónica, el miedo a los cambios propios y a los de un amigo de juventud, etc. Y esas cosas no ocurren en un pase de diapositivas.

Por buscar una etiqueta nueva para el cine de la REICHARDT, yo diría que es vieja pintura filmada, y al decir "vieja pintura" me refiero a esos cuadros que parecían contener también un pequeño fragmento de una historia (normalmente más el nudo o desenlace que el planteamiento).


Yo le voy a poner dos** estrellas sPycin pero reconozco que no soy muy objetivo y que la vimos bajo la influencia de haber hecho una excursión a un lugar similar (las Hot Springs Cougar Reservoir) cuando estuvimos en Oregón:


La semejanza de los paisajes, carreteras y puentes, la falta de buena señalización, el sendero de subida, la vegetación tropical que genera el agua caliente dentro de un bosque de coníferas, la cabaña de madera donde se dejaba la ropa para meterte en las pozas (en nuestro caso ubicadas no en la caseta, sino en el lecho del río) y hasta lo excesivamente caliente que estaba el agua nos hicieron disfrutar de lo lindo reviviendo aquel viaje.


Si el cine tiene que ver no sólo con las historias sino también con los sueños y los sueños con la memoria, puedo asegurar que nosotros vimos su hora y diez minutos sin atisbo alguno de quedarnos dormidos. Lo que no digo que les pueda suceder a otros.


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