WINTERBOTTOM ya nos había decepcionado con alguna película después de haber celebrado su descubrimiento, así que estábamos sobre aviso. Ante la reconstrucción cinematográfica de la historia real del secuestro y degollamiento mediático ocurrido a un periodista norteamericano en Karachi tras la guerra que siguió al 11-S, no podía fallar.... pero, uyyy, casi falla. O falla, vaya.
Winterbottom combina constantemente dos tipos de imágenes que nunca se mezclan. Por una parte la de los interiores de la vivienda de la mujer del periodista secuestrado donde se organiza el "dispositivo" policial de búsqueda; y por otra, el fondo de escena caótico compuesto por las atestadas calles de Karachi y el inmenso paisaje de miradas mudas de tipos con bigote que hablan mucho sin decir nada.
En ese mundo mudo y caótico parece impensable que el aparato policial local e internacional pudiera hacer absolutamente nada, y aunque al final la cosa acaba como ya sabíamos, parece que algo hicieron. O al menos eso es lo que sacamos en limpio con las típicas explicaciones del final de todo documental: que a uno lo cogieron, que el otro acabó en Guantanamó, etc. O sea, que ese caos no es impenetrable.
Un poco antes de esos fotogramas explicativos con fotos de los interfectos con caras similares a las que han aparecido a millares durante toda la película en las calles de Karachi, se explica con voz en off que la viuda vive en París y que agradecida por todo el esfuerzo que puso la policía y el gobierno paquistaní en el intento de rescatar a su marido, ha promovido no se qué movimiento de amistad y cooperación entre Occidente y Pakistán. Pues mira qué bonito. Vas a un país de corresponsal, te degollan al marido y acabas promoviendo la amistad con ese país. ¿Es ese finalmente el mensaje de Winterbottom y de la historia en sí? ¿Que tras el espectáculo del terrorismo viene el espectáculo del cine y el buenísmo internacional (la alianza de civilizaciones, para entendernos)?
Hombre, para ello yo le hubiera agradecido que el retrato de Karachi no fuera tan plano y superficial. Que si quiere arreglar Paquistán empiece por descifrar cómo funciona esa ciudad y aquella civilización. Porque si el "mensaje" de la película es la declaración de amistad con el caos que acaba de pintar con brocha gorda, yo paso.
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