El cine es como los toros, o como el fútbol: para ver una corrida buena, o un bello partido te has de tragar más de diez truños. Da igual que sean películas con premios o con el prurito de su antigüedad. Truños por todas partes. Así que no es de extrañar que cada vez me dé más pereza ver cine.
Women in Love ya la habíamos visto hace años y ya sospechábamos que era tan mala como la recordábamos, pero quién sabe, igual la vida nos había podido cambiar la perspectiva y ahora nos podría gustar. Pues sí, la vida nos ha cambiado de perspectiva pero para peor, o sea, para que ahora me levante de la butaca a los cuarenta y cinco minutos y diga: qué cosa más artificiosa, más grandilocuente, más "artíttíca". Qué tufarrada tan infumable. Ah ah ah, el cine de los años sesenta!!! Qué horror.
La programé porque acababa de leer la pequeña biografía que María Belmonte le dedica en su libro a D.H Lawrence y pensé que la película podía hacerse eco de aquellos avances literarios en materia de liberación sexual.
Ah ah, noooo, qué triste. Un poco de destape ya puso, como la famosa pelea en pelotas a la luz de la chimenea entre los dos machitos donde se les ve la colilla. Pero qué escena más ridícula por dios.
Aquí Ken Russell recibiendo uno de los muchos premios que cosechó por Women in Love. Y aquí en otra foto menos favorecedora de dos años después.
Al guión adaptado le dieron un Oscar, ah. Por eso, miedo me da que la adaptación de la obra de Lawrence fuese buena y fiel y que la obra literaria sea tan mala como la película. Si algún día lo compruebo os lo cuento.
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