Lo de los ingleses y el sexo no tiene solución. Tanto es así que, dado su imperio cinematográfico, lo del sexo tampoco parece tener solución en el resto del mundo, porque vamos para atrás como los cangrejos. La peñícula hace como que la historia es antigua, de los años sesenta, pero no cuela. Si buscaba taquilla, es porque el tema del fracaso de la noche de bodas sigue caliente. No he leído la novela de Ian McEwan (ni lo haré) pero convertir el polvo de la noche de bodas en el centro o eje de más de la mitad de la película a base de ir metiendo flash backs según el chico va metiendo la mano entre las faldas, es de apagar e irse a hacer otra cosa. Cuando el fracaso es ya una realidad, la acción avanza un poco. El chico se deja el pelo largo y está más guapo, y ella sigue con su violín, ese instrumento que parece devolver a muchas jovencitas del siglo XXI actuales a problemas del XIX. El lacrimógeno final con dos dedos de maquillaje para cada uno, baja la cortina y... a la cama. ¿Qué salva la película? La fotografía es muy bonita, la música (¡de Mozart!) ya no digamos, la playa es tan fea como todas las playas inglesas, pero el hotelito al fondo, que parece que es de verdad, ayuda mucho a la escenografía; pero... lo que convierte a ON CHESIL BEACH en un "obra de arte" es sin lugar a duda Saoirse Ronan. ¿Puede uno enamorarse de una violinista frígida y subirla a los altares de las diosas spypnic con un personaje así? Misterios del cine: se puede. Por un momento pensé que mejor sería esperar a ver alguna otra película en que hiciera de mujer de verdad, pero esa mirada azul del encuentro con el chico en el meeting pacifista es que te derrite los huesos. Solo por ese segundo ya es diosa for ever.
Vamos con otras fotos, que la del encuentro no la he encontrado on the net:
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