Mucho cine para tan poca sustancia. Hacia 1974 estábamos saliendo ya de la guerra fría y el asunto de los espías, las escuchas, los detectives y los secretos de empresa, de familia o de Estado, aún tenían mucho tirón. Y la fascinación con lo que pudieran hacer las tecnologías por todo ello, aún más.
Gene Jackmann construye con su aspecto, sus gestos y sus silencios todo un personaje, que bien podría ser aquel otro de la Stassi que vino diez años después, pero ahí se acaba todo.
La película es un tomate. Y los aspectos secundarios de la misma, la oscura historia de los espiados o la fría vida personal (y sexual) de Jackmann no tienen mayor interés.
Todo el mensaje parece estar contenido en las últimas escenas. Esta época se ha acabado ja ja ja.
Lo peor es que como el ritmo de la narración es tan bueno, nunca la dejas y te la tragas hasta el final.
Como no tenía una imagen clara de Francis Ford Coppola, aprovecho la ocasión para guardar una:
Una estrellita * spypcin por el virtuosismo cinematográfico y por la arqueología de los microfonitos y a borrar del DD, que no es para recomendarla ni hacérsela ver a nadie.
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