Aunque no lo parezca, hay tierra más allá de Cataluña, España y la Unión Europea. Mucha tierra. Mucha gente, y mucha vida. Estando yo en la escuela de Anguciana con nueve o diez años me aprendí de memoria los ríos de Asia y desde entonces nunca se me olvidó el nombre del Yenisei, ese segundo gran río siberiano que sube a desembocar en el Artico y que estaba entre el Obi y Lena. Su cuenca es inmensa pero durante toda mi vida para mí sólo ha sido un nombre...
La "Taiga" tampoco era para mí sino otro nombre mágico que ya no recuerdo cuando lo aprendí. Probablemente en segundo de bachillerato, cuando estudiábamos Geografía del Mundo (en primero se estudiaba Geografía de España). Solo era el nombre de un tipo de paisaje y una vasta región de Siberia. Pero cuando a comienzos de los ochenta vimos Derzu Usala, la Taiga pasó a ser la tierra de Derzu y el Capitán. Qué grandes personajes Derzu y el Capitán. Grandísima la película de Akira Kurosawa.
Bakhta es una pequeña aldea de la inmensa Taiga, situada junto al río Yenisei, poco antes de la desembocadura del río que lleva el mismo nombre de la aldea. Me ha costado encontrarla porque hay muchas Bakhtas en Rusia (sin ir más lejos hay otra en un embalse de cabecera del mismo Yenisei que me ha tenido despistado un buen rato). Pero en fin, a lo que íbamos, ahora, gracias a la película-documental de Werner Herzog que vimos ayer, el río Bakhta, la aldea Bakhta, la Taiga y el Yenisei son mucho más que unos nombres. Forman parte ya de nuestro más íntimo imaginario.
Aquí Bakhta con todas las chimeneas de sus casas echando humo en el crepúsculo del invierno siberiano, y a continuación el enorme Yenisei deshelándose. Las imágenes en movimiento son fantásticas.
Gracias al documental de Herzog vemos que el mundo no se acaba con la falta de entendimiento de los diputados que ocupan escaños en un parlamento regional, sino que se modela con las manos y unas pocas herramientas.
La construcción de unos esquís o una canoa, nos dejan con la boca abierta:
Y cuando se hiela, la gran autopista hacia el norte y el sur.
Autopista hacia los bosques, donde los hombres de Bakhta se dirigen en primavera a preparar las chozas y las trampas, y en otoño e invierno a cazar.
Herzog no da muchos detalles geográficos y con ello nos hacemos un poco de lío con los ríos porque cuando creemos estar en un Yenisei saltarín, más bien estamos en el Bakhta o incluso en alguno de sus pequeños afluentes.
No son los detalles lo que le interesa a Herzog sino la épica de la vida en una región con condiciones tan duras. Algunos nativos, como los Tek, parecen haber sucumbido al vodka ruso y no saben muy bien si echarse la culpa a sí mismos o a los rusos.
El personaje central del documental tiene un aire al propio director. Habla pausado y parece entenderse bien con los animales.
Pero si épicos se presentan los habitantes de Bakhta, no menos personajes de película son sus perros.
Las imágenes del jugueto con el reno en el río o el regreso a casa por Navidad nos ponen la carne de gallina:
Una cosa me faltaba por decir: a Bakhta también llegan los políticos, ja ja ja, pero los padres se llevan a los niños para que no se contagien.
Aquí el gran Herzog:
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