Tokyo y Japón en general, se me siguen resistiendo a un viaje. No por ello deja de interesarme esa parte del mundo donde viven los que mi amigo Jaime Allende llamaba "los marcianos de la Tierra".
La disculpa de Wenders para hacer una pintura cinematográfica de Japón es homenajear a YASUJIRO OZU, un director del cine clásico o primerizo que le asombra porque sus personajes podrían ser los padres, los amigos o los niños con los que se cruza Wenders por la calle. Me encanta la idea porque como ya he dicho aquí un montón de veces, a mí no me interesa el cine de truculencias, de acción, de sorpresas, o de gentes de mal vivir (que es el noventa por ciento del cine).
Aparte de ese interés por el cine de lo cotidiano, está la pintura urbana en la que siempre hay trenes pasando entre casas.
Frente al cine tan humano de lo próximo y la pintura del contraste urbano entre la arquitectura y el movimiento, Japón es país pródigo en frikismos de todo tipo (marcianidades, que diría Jaime).
Con ellas pasamos un buen rato y hacemos unas risas. Pero entre unas cosas y otras, y para cumplir el objetivo central de la película, Wenders planta su cámara ante las personas que trabajaron con YASUJIRO OZU y les deja hablar como es su costumbre: sin mirar a la cámara.
TOKYO-GA no es cine, sino pintura cinematográfica, reflexión sobre el cine, sobre su pasado, su presente, su futuro y sus elementos de composición. Un documental que se ve con mucho agrado. Pero que como tal no puede recibir del spypcin más de dos** estrellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario