Llevo un montón de tiempo sin actualizar este blog de cine, pero no es por no ver cine, sino porque se me han ido las ganas de escribir. Creo haber escrito más de una vez que el cine es como los sueños y que si no escribes cuando te despiertas, se te olvidan. Y hay sueños tan bonitos que da pena que se te olviden.
Ayer vimos Paterson y yo la vi entre sueños. No siempre me duermo cuando la película es mala. Me duermo cuando tengo sueño y cuando una música dulce o un cuento bonito me acunan. Y eso me pasó con Paterson. Así que la tengo que volver a ver porque me perdí un montón de minutos, aunque eso no quita para que le dé ya dos** estrellas spycin y ponga algunos fotogramas cogidos por la red para no olvidarla. Y para recomendarla a los pocos afortunados (entre cinco y diez al día según veo en las estadísticas) que tienen la suerte de abrir este blog.
Yo siempre he dicho que me gustaría que el cine se ocupara más de la vida ordinaria de las personas y del lado poético de la vida. Y eso es Paterson, una película sobre una serie de momentos y detalles de la tranquila y aburrida vida de un conductor de autobús llamado Paterson, que vive en una ciudad llamada Paterson, que está recién casado y que escribe poesías a ratos. A veces en el propio autobús, y a veces buscando la inspiración junto a un precioso barranco con un puente de hierro y una cascada al fondo.
Un día al despertar, su mujer le dice que ha tenido un bello sueño en el que estaba embarazada de mellizos. ¿Te gustaría que tuviéramos mellizos? le pregunta ella. Claro, le dice él. Así tendríamos uno para cada uno. Y a partir de ahí, como quien no quiere la cosa, el protagonista va reparando en los mellizos que va viendo por la calle.
La pareja no tiene mellizos pero tiene un perro de esos muy feos que les observa todo el día y les ladra cuando se besan.
Cuando Paterson vuelve de trabajar tiene que sacar a pasear al perro y así vemos la casa de Paterson y Laura y nos enteramos por qué se cae siempre hacia un lado el buzón del correo.
En el paseo nocturno del perro Paterson hace siempre una parada en el bar del barrio para tomarse una cerveza
Y allí conocemos a otra pareja de mellizos que juegan al billar, a un camarero filósofo y a una negrita muy guapa...
... de la que está enamorado otro negrito gafapasta que no tiene posibilidad alguna.
Es una historia muy triste pero que nos arranca una de las pocas carcajadas porque cuando el gafapasta sin afeitar declama en la barra la miseria de su amor y de su vida, el camarero filósofo le elogia la buena interpretación.
Qué gracioso es reírse de nosotros ¿verdad? cuando nos tomamos la vida en serio y nos convertimos en actores de tragedia.
Laura decora su casa y sus telas con sencillos patterns en dos colores y decide hacer pastas para ganar algún dinero. Y también decora las pastas con sencillos patterns. Se compra una guitarra para intentar ser una estrella country y le dice a Paterson que edite sus poesías porque son muy bonitas.
Paterson se encuentra cada día en el garaje de autobuses con un capataz de origen hindú que toma nota de su entrada y salida y cuando le pregunta qué tal le va la vida, el capataz siempre le dice que mal, y le cuenta una retahíla de sus males. Pero otro día se encuentra con una melliza que también escribe poesía en un cuaderno.
Las poesías de Paterson son como la vida de Paterson. Van contado su vida en un cuaderno.
Yo también iba contando mi vida en este blog, o por lo menos los sueños que veo antes de irme a la cama, pero nunca me había tomado por poeta. Y ahora que se me han ido las ganas de escribir, aún menos. Pero con poner los fotogramas de mis sueños, me vale. Aunque solo sea para recordarme alguna cosa: que tengo que volver a ver Paterson.
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