Queríamos ver una comedia alegre, ligera o tranquila, y rebuscando en los rincones del disco duro encontramos esta película libanesa de tan dulce título que tenía premios en Cannes y que por lo tanto prometía. Pero los dulces ya sabéis que dan caries y que no pocas veces empalagan.
Pues bien, con lo goloso y dulcero que yo soy, a la media hora me tuve que ir al baño a lavarme los dientes. Ahhhh. Me ardían las encías y no era cosa de morder. Y es que, como decía, nos habíamos propuesto pasar una noche tranquila.
Me da que también he visto alguna película española (o al menos la he empecé a ver) en la que todo transcurre (o nada transcurre, mejor dicho) en el entorno y ambiente de una peluquería de mujeres. Se pueden imaginar...: cine español contemporáneo y peluquería de mujeres. ¿qué podría salir de allí?
Pues lo mismo que en Libano, o parecido. Caramel parece ser un pretexto para el lucimiento de unos cuantos bellezones de raza. Pero como dije cuando acabó la película, los bellezones sin nada dentro son tan inaguantables como los adoquines de la Virgen del Pilar. Lo peor del caso es que a la hora de ponerme a buscar un par de fotos y escribir cuatro líneas, me entero de que la peluquera protagonista es la propia directora del truño (!!!), o sea, que la hizo para su lucimiento personal . Eso tiene más delito.
Cero pelotero. Y una mirada asesina más a los jurados de Cannes.
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